Todos necesitamos caricias para vivir. Son imprescindibles para la supervivencia física, emocional y psíquica del ser. Por medio de las caricias nos sentimos vivos, aprendemos a ver el mundo que nos rodea y con ello forjamos la personalidad que algún día formara parte del ser adulto.
Existen varios tipos de caricias las físicas, las verbales y las gestuales. Sin ellas no podríamos vivir.
Las vivencias de nuestra época infantil nos afectan durante toda nuestra vida. Dichas vivencias producen en nosotros reacciones positivas y negativas.
Además, si estas vivencias provocaron en nuestra época infantil reacciones positivas, evocarán en nosotros de nuevo estas mismas reacciones positivas, generando de este modo una espiral de refuerzos positivos.
Todo comportamiento puede desembocar en un sentimiento de triunfo o un sentimiento de fracaso. Si es de triunfo, provocará una repetición del mismo. Si es de fracaso, hará cesar el comportamiento que lo originó.
Las caricias pueden ser positivas y negativas
Positivas: transmiten aceptación y aspectos positivos de la persona, nos hacen sentirnos bien:
- “Ese vestido te sienta muy bien”
- “Lo que has hecho te honra como persona “
Negativas: Nos desvalorizan y nos hacen sentirnos mal:
- “Eres un desastre”
- “Sabía que serías incapaz de terminar ese trabajo”
Mixtas: Aparentemente positivas pero con dardo envenenado
- “Qué ropa más bonita para haberla comprado tú mismo”
- “Es una buena nota para ser tuya”
Si la persona no recibe las positivas, buscará las negativas, que siempre son mejores que la indiferencia :el que vuelve a orinarse de nuevo o quiere que le den de comer ante la atención que se le presta al hermano pequeño , o el que molesta para llamar la atención , que llevado al extremo puede ser la droga o la delincuencia.
Toda persona necesita ser tocada y reconocida por los demás.
Es un hecho reconocido que la privacidad sensorial en el niño puede dar como resultado no solo cambios psíquicos, sino también deterioro orgánico.
Cuando el feto se haya dentro del seno materno esta estrechamente ligado y en contacto con su madre, al nacer se rompe de un modo brusco y para siempre esta profunda intimidad, a partir de ahí, es el propio individuo el que habrá de luchar para buscar de la mejor forma posible el restablecimiento de ese ideal de contacto, de amor.
A medida que el niño crece el hambre primaria de contacto físico real se modifica y se convierte en hambre de reconocimiento. Una sonrisa, una señal de asentimiento, una palabra, un gesto, reemplazan las caricias físicas de la época anterior y sirven para que el niño se sienta alimentado, reconocido y valorado.
Ser abrazados, acariciados, abrigados, alimentados, alentados, elogiados e incluso si esto no es posible, la persona de forma inconsciente busca ser al menos agredida o compadecida ya que cualquiera de estas acciones es una forma de reconocimiento hacia nosotros como seres independientes de un entorno social y familiar.
El alentar a un niño, el darle ánimo, es uno de los grandes instrumentos que tienen los padres a su disposición para ayudar a sus hijos en su crecimiento, para ayudarlos en el aprendizaje y aceptación de nuevas actividades y responsabilidades.
En este proceso de desarrollo hay que transmitirle al niño que uno se puede equivocar, que él no tiene que ser perfecto. El saber que uno no es perfecto, pero que, no obstante, uno vale, es un componente básico de una sólida autoestima.
La diferencia entre “dar ánimo” y “elogiar”.
- El elogio va dirigido a la persona, al ser.
- El dar ánimo va dirigido a lo que el niño hace.
Piensa por un momento que tipo de caricias has recibido tu en tu niñez en el ámbito familiar, en el escolar y ahora que eres ya adulto que tipo de caricias recibes en el ámbito familiar, laboral y sobre todo que tipo de caricias te das a ti mismo. ¿Te limitas a repetir lo que tantas veces escuchaste en tu niñez?
Ahora detente a pensar por un momento, eres padre o madre y te pregunto: ¿que tipo de caricias das a tu hijo/a? ¿Tiene que ver con las que tú recibías?
Las equivocaciones no significan fracasos. Es importante que examines lo que esperas de tu hijo/a, si esperas “la perfección” no le vas a permitir equivocarse. Si lo que esperas de tu hijo/a es su interés en querer aceptar una tarea o una responsabilidad y cumplirla, comprenderás que las equivocaciones son parte del proceso y que hay que seguir dándole ánimo para que siga adelante.
Darle animo hace que aumente la confianza en Si Mismo y su autoestima.
Y recuerda si tú eres feliz tu hijo también lo será.
Disfruta de tu hijo y de la increíble experiencia de ser padre/madre.
Un saludo.